Vuelta al hogar, las vacaciones se acaban. Tengo que confesar que lo que peor llevo de las vacaciones son los viajes en carretera. Y es que no me gusta nada conducir, ni esos interminables (para mí ojo) viajes de cinco seis horas metido en el coche sufriendo el aire acondicionado. Porque hablemos claro, el aire acondicionado es pan para hoy y mocos para mañana. Al menos en mi caso, que tengo lo que viene a llamarse una garganta de cristal y un poco tiquismiquis.
Tu a mi garganta le das dos botellines de cerveza bien fría y no protesta, le das un destornillador y tampoco protesta, le das un buen helado de cereza y disfruta más que un cochino en una charca, pero lo del aire acondicionado no, eso si que no.
Así que al de unos diez minutos empieza a pasarme una ligera cuchilla cada vez que trago saliva o similar. Y alguno dirá, pues ponte un pañuelo al cuello o similar, no está mal pensado, pero es que generalmente cuando tengo calor intento quitarme ropa, no ponerla.
Y en esas andamos ahora, con la couldina a mano, la caja de tissues sufriendo por explotación y el recuerdo de una canción de Roger Miller.
Feliz vuelta de sus vacaciones.
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